El barril de amontillado

Un Blog de Juan Granados. Algunos artículos y comentarios por una sociedad abierta.

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sábado, mayo 20, 2006

La educación según la doctrina socialista, esa cosa con plumas.


“Más que en ninguna época de la historia, la humanidad se halla ante una encrucijada. De los dos caminos a tomar, uno conduce al desaliento y a la desesperanza más absoluta. Y el otro a la total extinción. Roguemos al cielo sabiduría para elegir lo que más nos conviene”

Woody Allen, Mi discuso a los graduados.

Es fama que cuanto más evanescente, pseudocientífica o traída por los pelos resulta una materia, paraciencia o disciplina, más se empeñan sus practicantes en presentarla como ininteligible por la muy confundidora vía del cripticismo. Se gana con ello, según puede parecer, una cierta areola de beatitud y dignidad académica muy conveniente para el fomento de la autoestima del especialista, pero las consecuencias para el procomún pueden resultar poco prácticas y hasta desoladoras.
Así, diremos que aunque ya se hartó de repetir en vida Don Xavier Zubiri que los experimentos deben hacerse con gaseosa, la sociedad civil española se ha pasado los últimos treinta años, a lo que parece sin mucho éxito, experimentando con el sistema educativo que debían seguir sus infantes “no universitarios”.
Naturalmente, no pretendo repasar aquí todo el corpus de leyes, decretos y correcciones que la administración educativa ha venido implantando desde la ley de educación de 1970 hasta la reciente y polémica LOE que, básicamente, se muestra continuista con la LOGSE socialista de 1990, relegando al olvido la non nata ley de Calidad de 2002. Tampoco se necesita para constatar una evidencia principal, si desde los años setenta se introdujo en el sistema educativo un nuevo paradigma basado en “difundir los conocimientos apoyándose en un poco de pedagogía, para destronar la torpe memorística”, las últimas implantaciones han pasado a “difundir los principios pedagógicos apoyándose en unos cuantos conocimientos no necesariamente ordenados”. La clave de todo esto reside en la influencia hegemónica y totalizadora de unos pocos conceptos extraídos por los pedagogos directamente de la psicología evolutiva (el célebre constructivismo de Piaget y Vygotsky en particular), donde señorea una expresión mágica, casi taumatúrgica y supuestamente desfacedora de entuertos: El aprendizaje significativo.
Aprender significativamente viene a ser algo así como “tomar conciencia”, mi querido Berlanga diría enseguida por boca del marqués de Leguineche: “que es como se le dice ahora a darse cuenta de las cosas”, para, a partir de ahí construir el edificio del saber. La teoría, que defiende aprehender las esencias del conocimiento desde lo conocido, cercano y particular hasta lo general, parece en principio adecuada y hasta saludable, aunque en mi opinión no pase de ser un mero discurso verbal tendente a la promoción del saber de campanario, tan caro a los intereses de la propaganda nacionalista. Ikastolas, galescolas, toda esa suerte de cédulas de adoctrinamiento y propaganda, han encontrado aquí la excusa perfecta para reconstruir la historia desde ópticas tan interesadas como falsarias.
Lo pernicioso de todo esto es que una cosa es el pensamiento de laboratorio y otra distinta son las consecuencias de su alegre aplicación práctica sobre millones de sujetos pacientes. De hecho, una vez desarrollada en su totalidad la penúltima reforma educativa, los resultados objetivos distan tanto de la excelencia prevista, colocando a nuestro alumnado en el mismísimo furgón de cola de Europa, que ya tenemos encima una nueva ley destinada a parchear la anterior. La extensión de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, en la práctica los 18 como todo el mundo sabe, que parece una medida de estricta justicia, defensora de la igualdad de oportunidades, implica que la ESO debe incidir en la adquisición por parte del alumnado de lo que se llaman capacidades y destrezas antes que en la adquisición de conocimientos más puramente conceptuales. Como resultado no deseado parece evidente que nuestros estudiantes ignoran ahora mucho de lo que objetivamente no deberían ignorar, circunstancia especialmente preocupante para aquellos que deseen continuar estudios, pero no sólo para ellos. Si a esta realidad añadimos otras como el establecimiento de unos difusos criterios de promoción de curso que causan la presentación por parte de padres y alumnos de verdaderos manifiestos de agravios, auténticos cahiers de doléances, ante las direcciones de los centros cada mes de junio, la proliferación de las eufemísticamente llamadas “conductas disruptivas” o “contrarias a las normas de convivencia” protagonizadas en su mayor parte por aquellos que no quieren seguir en los institutos aunque la ley y sus padres les obliguen y la aparición de la aún más patética figura del “objetor escolar”, podremos apreciar lo proceloso del panorama educativo actual, donde un profesor se ve obligado a contemplar como sus alumnos más indolentes promocionan de curso “por imperativo legal”, pasándose por el mismísimo forro de los propios la opinión de su consternado maestro y, de paso, un curso entero de explicaciones y exámenes. A la vez que ocurre esto y para general asombro, Zapatero, tautológico compulsivo, pregona por todas partes que “hay que dignificar la función docente”. Como si el Estado, cualquier Estado, estuviese en condiciones de conferir algo tan evanescente e individual a un colectivo. Gracias a la providencia la dignidad se lleva puesta y no depende de contingencias como el puesto de trabajo que cada quien desempeña. Pero esto, como tantas cosas básicas, parece ignorarlo nuestro avispado colectivista, empeñado como está en conceder autonomía libertaria a nuestros rapaces, algo que, creo recordar, ya quiso hacer Pol Pot en Camboya, con los resultados que todos conocemos. ¡Curiosa manera de dignificar al profesorado es esta!, permitiendo que las notas que los profes otorgan a sus alumnos representen al final menos que humo.
De hecho, cuando los hoy llamados profesores de secundaria se presentaban a las plazas públicas para los extintos profesores agregados y catedráticos de instituto, al aprobar, estampaban su firma en un contrato que establecía su vínculo con la administración para impartir clases en institutos públicos de bachillerato, esto es, enseñanza voluntaria o postobligatoria. Pues bien, con la incorporación de la Logse socialista, el colectivo mencionado fue asimilado a otros como el de profesorado de formación profesional y enviado por decreto a las inclementes profundidades de la ESO, es decir, enseñanza obligatoria para todos los alumnos entre 12 y 16 años. Resultaba obvio que el perfil del puesto de trabajo no era el mismo, pero la experiencia de todos estos años de peregrinación a través de la reforma educativa, demuestra hasta qué disparatado punto no es lo mismo. Por decreto se ha convertido a un profesorado destinado a impartir su materia a un alumnado que la demandaba voluntariamente, en un funcionario cuartelero obligado a presentarse legalmente inerme ante un pandemonium de alumnado joven y heterogéneo, donde aproximadamente la mitad ni ha solicitado, ni quiere estar allí. El resultado es que la calidad de vida del ufano profesor de bachillerato de otrora ha cambiado tanto que ya nada tiene que ver con los felices tiempos de la voluntariedad. Ahora se ve obligado a modificar su amoroso discurso intelectual por tareas de vigilancia, de asesoramiento psicológico, de atención a padres que presentan en general la misma objetividad cara a la conducta de sus hijos que la que mostraba “Ma Dalton” ante el FBI, a estremecerse con lo que se cuenta sobre la violencia en los centros educativos, en suma a ejercer funciones de guarda y custodia obligada hasta, al menos, el solsticio de verano, para las que no ha sido contratado y para las que nunca se le hubiese ocurrido haber optado. Una flagrante conculcación de derechos que nadie ha tenido la decencia de explicar jamás.
Sin pretender señalar recetas a nadie, sólo apunto dos reflexiones: la primera es que seguramente la cosa no pasa porque nuestros muchachos vuelvan a memorizar la lista de los reyes godos, pero en algún punto se habrá de buscar el equilibrio en medio de un efecto tan radicalmente pendular. La segunda es que desde siempre se sabe que el conocimiento no admite atajos, hay que dominar la técnica, pero también hay que aprender con esfuerzo y dedicación, incluso lo que a primera vista parece inútil, si permitimos que nuestros chicos continúen dedicándose al “corta y pega” mientras se les pretende “educar para la ciudadanía”, en una suerte de adoctrinamiento sectario a caballo entre el materialismo histórico y el más cerril de los nacionalismos, este país fragmentario y tristón que aún se llama España se irá definitivamente al pozo de inmundicia donde a algunos les gustaría verlo más pronto que tarde.

5 Comments:

Blogger Wallenstein77 said...

Hola a todos:
De acuerdo en tu articulo como profesor de secundaria. Solo una matizacion. Creo que el aprendizaje significativo si es positivo, porque te enseña a pensar por ti mismo, que creo yo, debe ser el principal objetivo de un profesor. Te acuerdas mejor de las cuestiones que las has estado trabajando por ti mismo que de los memorismos. El problema es que para aquellos que no han dado clase en Secundaria pero son quienes marcan las politicas educativas, piensan que el aprendizaje significativo se obtiene casi por la "gracia de Dios" sin darse cuenta, que para obtener ese aprendizaje profundo, como señalas, tienes que seguir una serie de pasos y procedimientos, y por tanto, es necesario una capacidad de trabajo, si me apuras, superior a la de memorizar datos. En Reflexiones he tratado en diversas ocasiones cuestiones relacionadas con la Educacion donde se aprecia esta opinion. La alternativa, siendo paranoico, es que a todos los politicos les interesa una masa aborregada como en el siglo XIX, para que los ciudadanos, en definitiva los unicos jefes de los politicos, pasemos de todo y no nos cuestionemos sus dislates.

Saludos a todos.

5:02 p. m.  
Blogger Wallenstein77 said...

Hola a todos:
A proposito de educacion, ayer en El Mundo vino un interesante articulo de opinion donde se expresa que segun la administracion la culpa de todo el caos es nuestra, es decir, de los profes y que la solucion es que toda la ESO la den los maestros. En mi bitacora me rio un poco de asunto. Menuda panda de demagogos.

Saludos a todos.

4:36 p. m.  
Blogger Sartine said...

¡Qué hermosa solución! yo encantado, que me envíen el sueldo a casa y santas pascuas.

5:10 p. m.  
Blogger Wallenstein77 said...

Hola a todos:
El problema es que esa solucion no es valida. Quizas soy un ingenuo o un "idealista" pero esta profesion me encanta porque nuestra principal funcion no es enseñar Historia, Matematicas, Fisica, etc. Es enseñar a los alumnos a pensar por si mismo y con estas leyes educativas y estas soluciones lo unico que hace es empobrecer la reflexion y la critica de los futuros ciudadanoa.

Saludos a todos.

10:17 a. m.  
Blogger Sartine said...

Claro que sí, lo mío son sólo boutades que no llego a cumplir, se quiera o no, los chavales importan, y mucho.

11:02 a. m.  

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