El barril de amontillado

Un Blog de Juan Granados. Algunos artículos y comentarios por una sociedad abierta.

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jueves, septiembre 07, 2006

Hacer bien a villanos es echar agua en la mar




A estas alturas es cosa conocida que el actor Pepe Rubianes actuará en el teatro Español de Madrid, bajo el amparo institucional del municipio regido por Ruíz Gallardón. Con motivo del evento muchos han recordado aquel aparentemente improvisado discurso enunciado por el artista en la televisión pública de Cataluña, en el que nos decía con voz temblona y descompasada lo que pensaba de España y de los españoles. Bien es verdad que luego se ocupó de matizar un tanto sus gruesas palabras, aclarando que, en realidad, se refería sólo a una parte de España, más bien de españoles, sin especificar, a los que vinculaba de cerca o de lejos con las veleidades golpistas de Tejero y sus secuaces.

Vaya por delante que nunca he sido partidario de la cultura minusválida, demandante perenne de subvenciones, dádivas a fondo perdido y cazos varios para apoyar sus inseguros y balbuceantes pasos por la vida. Una cultura de muleta incapaz de creer en sí misma y en su capacidad de seducir al espectador. Creo vivamente, por el contrario, que existen fines más adecuados para el dinero trabajosamente ganado por el contribuyente, en general no subvencionado y sí urgido por la cada vez más ramificada y prolija administración pública.

Dicho esto, me parece evidente que de entre los muchos artistas susceptibles de recibir apoyo y subvención, Rubianes ha de ser de los últimos en los que el alcalde de Madrid, en estricta justicia, debería fijar su caritativa mirada de moderno preboste compasivo con el indigente. Cuando este señor Rubianes dijo lo que dijo, no lo hizo de forma inconsciente o despreocupada, lo dijo en un entorno, TV3, donde sabía que sería aplaudido y jaleado. Sencillamente y una vez más, ayer igual que hoy, se estaba buscando cobardemente el pan a base de pronunciar ente el común las palabras que éste deseaba escuchar, ni más, ni menos. Sembraba para recoger, cultivaba los campos de la subvención que precisaba de la montaraz Generalitat de Cataluña.

Todos deberíamos preguntarnos qué hubiera ocurrido si un mal día se le diese por calificar con parecidos adjetivos a la patria catalana, o peor aún, a la intocable Euskalherría. Tendríamos al día siguiente casus belli seguido de declaración de ostracismo y fatwa aberchale dictada contra Pepe Rubianes, culpable de alta traición y de insultos gravísimos a la dignísima nación vasca. Vamos, que en tal caso, bien haría en tomar las de Villadiego, para correr a refugiarse en algún ignoto paraje de esos que ni siquiera los reporters del “Chafardero Indomable” eran capaces de alcanzar.

Pero Pepe Rubianes no lo hará, porque es muy consciente de éstas y otras circunstancias. Es sabedor de que el concepto de España tiene mala prensa, somos un país vergonzante en permanente entredicho. A base de leyenda negra y sana autocrítica, nos hemos convertidos en españoles que pisan de puntillas, atemorizados con la idea de que algún día alguien descubra que nos gusta nuestro país “un poquito” y que hasta en ocasiones, como el pasado domingo, nos sentimos orgullosos de él. Esta es cosa ya antigua y no sólo producto del victimismo ahistórico de los omnipresentes nacionalismos periféricos, también los tenidos por “muy españoles” parecen odiar sañudamente a su país, véase el caso paradigmático de Arturo Pérez Reverte, empeñado como anda en acomodar de la manera que sea aquello de “esta mierda de miserable país” y sus múltiples variantes, en todos y cada uno de sus artículos y comparecencias públicas. Ellos sabrán porqué lo hacen, entretanto Rubianes a la suya, haciendo caja a costa de la leyenda.

Pues bien, me gustaría decir que, en lo que a mí respecta, mi país, que por el momento sigue siendo España, me parece una nación notable, cargada de historia y de elementos culturales de interés extraordinario que lo más granado de la historiografía extranjera, desde John Elliot hasta Pierre Vilar, por algo vuelta hispanista, se ha ido encargando de desvelar. Si hemos tenido altos y bajos, más y menos, los demás también y, maldita sea, no parece importarles tanto.

Así que el señor Rubianes, sabiendo todo esto como yo lo se, se comporta como un villano con los españoles, conocedor de que, en el fondo, los españoles estamos hechos a ello y nos va a dar igual. En eso confía y por ello, como buen roñoso, acude a la subvención madrileña como si nada hubiera ocurrido. Pues bien, el inmortal Cervantes, español universal como tantos, dejó bien claro en alguna parte del Quijote hacia dónde conduce bailarles el agua a miserables y gentes acostumbradas a vivir de los demás: “Hacer bien a villanos es echar agua en la mar”, alguien debería decírselo al alcalde de Madrid, ni siquiera Rubianes le va a apreciar más porque el prócer local que aspira a prócer nacional, olvide que el hombre, ante todo, es esclavo de sus palabras. De no rectificar siquiera ante tal aviso, el manco de Lepanto podría aplicarle sin más ambages otro de sus célebres y bien traídos aforismos: “Haceros miel y comeros han moscas”.

1 Comments:

Blogger . said...

Querido amigo: yo pienso que una vez programado en el teatro, cerrarlo porque ofenda es censura. No estaré de acuerdo con lo que dice, pero... ya sabes.

11:25 a. m.  

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