Guía breve para el sosiego del espíritu
Después de muchos años sin saber nada uno del otro, me escribe una vieja amiga, diría que “antigua” para no resultar molesto pero no sé si esto sonaría aún peor. En realidad hablo de una dama espléndida se mire por donde se mire, a la que el tiempo parece afectar sólo tangencialmente para conferirle la necesaria serenidad y cierto asentamiento, porque lo que son arrugas aún no tiene ninguna o yo no quiero verlas. El caso es que mi amiga sin estar del todo triste, no tiene razones objetivas para ello, me dice que se encuentra estos días con el espíritu un poco lánguido, embebida de esa sensación tan familiar a todos de que la vida no transcurre exactamente por donde habíamos previsto o deseado, que por veces todo a nuestro alrededor, desde el trabajo o la compañía hasta los muebles, se nos hace cotidiano, tedioso y de muy mediano pasar. En el fondo, un asunto muy etéreo, algo poético si se quiere y desde luego nada grave. Con ser el problema menor, nada tiene que ver con la trilogía esencial de salud, dinero y amor, puede que sí con esto último, pero de una manera leve y soportable, me siento obligado a proporcionar algún consuelo en la medida de mis muy cortas posibilidades. Con ese fin, se me ocurre elaborar un listado espontáneo de elementos lúdicos que conformen una especie de “Guía para el sosiego del espíritu”: Naturalmente no pienso referirme a ningún invento de carácter paramédico, léase técnicas de relajación, meditación trascendental, aromaterapia, acupuntura o tisanería varia, sino mas bien a remedios propios de andar por casa que vengo practicando con mejor o peor suerte desde siempre. Por lo mismo, no hay que decir que estos intentos resultan siempre fragmentarios y válidos sólo para quien los suscribe, aún así y con la idea de que le sirvan de algo a mi amiga y a ustedes, como habitualmente me sirven a mi cuando camino con el ánimo un poco empañado, propongo lo siguiente:
Veamos, sin duda pasar una tarde con Woody Allen, cualquier cosa escrita o filmada por él, pero puestos a elegir, señalaría tres o cuatro películas esenciales: Annie Hall, Hannah y sus hermanas, Maridos y mujeres y Delitos y Faltas. Deben contemplarse con atención y cuidado para extraer como principal consecuencia que a los seres humanos, siendo como somos relativamente parecidos, nos preocupan siempre las mismas cosas; también sirve para corroborar que en general permanecemos bastante desvalidos ante la adversidad y estamos perdidamente necesitados de humor y consuelo. De la misma manera resultan de mucha ayuda en momentos de tribulación las películas de Billy Wilder, por ejemplo La extraña pareja o El apartamento. Conviene también ver Sopa de ganso de los Hermanos Marx y reírse a gusto de uno mismo después (se pueden saltar los números musicales). Del cine español, y a estos efectos, nada como Berlanga, aún recuerdo de memoria el final de Patrimonio nacional cuando Goyo el fiel mayordomo presenta al marqués a un grupo de turistas japoneses: –“The marquis of Leguineche and son, end of the saga...–Sayonara, guapa” (respondía el cuco marqués mientras la cámara fundía a negro para dar paso a los créditos). Para reírse con ganas resultan muy recomendables las aventuras del rabí Jacob de Louis de Funes (mírenla sin prejuicios antes de opinar, sobre todo la escena del baile en el barrio judío de París) y también esa rara maravilla de Broadway que se llamó Noise off, un lío soberbio de puertas que se abren y se cierran, con Michael Caine, Carol Burnett y la deliciosa Nicolette Sheridan.
En otro orden de cosas destacaría como muy balsámica la línea limpia de Hergé, es bueno sentarse a leer Tintín, saberse Tintín de memoria, aunque no sabría explicar bien el porqué, tal vez porque en Tintín se aprende geografía, todo está claro y es como debe ser, además los problemas al final siempre se arreglan y la alegre troupe termina por volver al confortabilísimo Moulinsart para disfrutar de la vida, ¡Mil rayos y truenos!
No descubro nada si digo que la música hace milagros, aquí señalaría el Soul de Wilson Picket, el Jazz de Chet Baker, todo Pink Floyd y Wish you were here en particular, desde luego también todo de los Beatles, la música extraordinaria de Génesis cuando aún permanecía Peter Gabriel en sus filas, esa maravilla country de los Eagles llamada New kid in town, la música barroca y Bach sobre todos, recuerdo también ahora con melancolía On de beach de Chris Rea...
Por supuesto la literatura, una noche en libertad con un libro, por ejemplo la poesía de Salinas, también la de Neruda, la prosa prodigiosa y caritativa de António Lobo Antunes de la que ya he dado cuenta aquí mismo, la realidad cotidiana reproducida con alma de cirujano por John Steinbeck, el diario suicida de Cesare Pavese del que algún día contaré alguna cosa, Joan Marsé y sus últimas tardes, ese nuevo prodigio llamado Javier Cercas y todo lo que ustedes quieran poner a continuación.
Luego tenemos el Caurel en otoño, Florencia en primavera, Nueva York aunque esté sin torres, el mediterráneo en general y Estambul y la isla de Rodas en particular, también el chocolate oscuro e intenso, de los vinos blancos el Alvariño, de los tintos el Rioja y el Rivera Duero, las chuletas de cordero lechal, el humilde churrasco, mejor si hay chinchulines y mollejas, los canelones que preparaba mi abuela de Barcelona que mi madre reproduce ahora de cuando en vez con singular acierto, a los canelones se les debe llamar así y no “canalones”, que no es más que un artilugio destinado a evacuar con cierto orden las aguas de los tejados, a los canelones nunca se les debe poner tomate y sí menudos de pollo, foie-gras y carne picada de variado origen, son de destacar también el pulpo a la gallega y el pan de molete. Por fin digamos que ayudan también las imágenes y los recuerdos, se puede sobrevivir muy bien con ellos a falta de realidades más tangibles, sólo hay que probar a hacerlo y, de paso, contárselo a alguien, sosegadamente y de paseo, esto último resulta esencial.
Noviembre de 2002
1 Comments:
Ribera con b...
Conoces?
http://www.vinojoya.com/temas43.htm
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