El apaciguamiento
Es horrible, increíble y fantástico que tengamos que cavar trincheras y preparar las cámaras antigás a causa de una disputa en un país lejano entre pueblos de los que no conocemos nada (...) No titubearía en hacer una tercera visita a Alemania si creyese que ello podía rendir algún bien
Neville Chamberlain, premier británico. Alocución radiada, 27 de septiembre de 1938
En el otoño de 1938 Neville Chamberlain regresó a Londres tras la conferencia de Munich convencido de que las concesiones que venía de otorgar a Hitler serían las últimas. Aquel pacto firmado por Hitler, Mussolini, Daladier y el mismo Chamberlain supuso la última y más brillante escenificación de la “política de apaciguamiento” a través de la cual las naciones vencedoras en la I Guerra Mundial aspiraban a sosegar el belicismo de las potencias del Eje. La idea era muy simple, saciar a la fiera fascista a través de cesiones y transigencias de aparente levedad, como el Anschluss sobre Austria o la invasión alemana de los Sudetes checoslovacos, a fin de evitar una nueva contienda a escala global. El resultado es conocido, Hitler y sus aliados interpretaron el pacifismo franco-británico como una debilidad más del sistema liberal-burgués y, en consecuencia con sus apresuradas impresiones, la invasión de Polonia no se hizo esperar.
Recordando estas cosas, uno encuentra más de una similitud entre borrascosos pasados y preocupantes presentes. Parece Rodríguez Zapatero muy ufano con sus pactos y sorprendentes cesiones a los movimientos centrífugos nacionalistas. Si el estatuto catalán supone ciertos desarreglos con respecto a la solidaridad entre comunidades autónomas, siempre puede argumentar que si no fuese por sus hábiles y eufemísticos recortes la cosa hubiese sido peor, si se conculca de forma sistemática la libertad de expresión y aprendizaje del Español materno a los propios, todavía, españoles, cabe decir que se trata de “hechos aislados”, si, en suma, se pacta el fin del terrorismo vasco a costa de la desesperación de las víctimas y previo asiento y acomodo en la sociedad de los que no han hecho otra cosa en la vida que diseminar fríamente el horror, siempre se puede argumentar que se trata de un pequeño sacrificio en aras de la paz perpetua.
La pregunta es, ¿y si, visto lo conseguido, al nacionalismo hegemónico no le parece oportuno quedarse ahí?, ¿y si comienza a demandar plena independencia?, ¿qué ocurriría si el gobierno provisional vasco exige, además, la cesión de Navarra, su particular Polonia?, ¿qué hará entonces nuestro émulo del elegante Chamberlain? Sólo cabrán dos soluciones, que Zapatero se marche para que otro ocupe su lugar y plantee una resistencia democrática y sensata al estilo del viejo Winston Churchill, We never surrender, o bien se ceda de forma completa y absoluta a las muy cansinas y perennes demandas nacionalistas. Al fin, si se piensa despacio tampoco resultaría tan grave, la nación catalana se convertiría en una próspera república comercial con ciertos deseos expansionistas sobre Valencia y Baleares, y en cuanto al País Vasco, ¡ah amigos!, será bonito de ver a tanto equidistante cliente del PNV sorprendido de contemplarse a sí mismo vistiendo pijama y dirigiéndose al trabajo en bicicleta, bajo las estrictas ordenanzas del politbureau de la república popular de Euskadi formado, a aquellas alturas, por esos despiertos prodigios de la buena política y mejor gobierno que hoy aguardan, también muy ufanos y ya sentados bajo el mismo zaguán de la puerta con el petate liado, su prematura salida de la prevención.
1 Comments:
Acabo de leer tu comentario en mi blog. Gracias por el elogio, yo tampoc conocía el tuyo. Sí me relaciono algo con un compañero tuyo en Foro Liberal, Luis Gómez con quien he intercambiado bastante correo y he comentado mucho en su página Desde el Exilio.
Hoy he puesto un extenso post a raíz de los comentarios a la entrada en la que tu has comentado. Si puedes resistirlo, será un placer saber si te genera algún tipo de impresión.
Publicar un comentario
<< Home