El barril de amontillado

Un Blog de Juan Granados. Algunos artículos y comentarios por una sociedad abierta.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Spain

viernes, junio 30, 2006

Consuélate corazón y espera que el mundo ruede



Aristóteles decía que los niños no podían ser felices y estaban haciendo siempre trastadas porque eran incapaces a aprender a hacer algo bien; cuando una persona sabe hacer algo bien, lo hace y no molesta a los demás. Cuando, por neurosis, por torpeza o por ignorancia no es así, nos encontramos con gente problemática. El único antídoto contra el aburrimiento es la maestría. (Antonio Escotado, entrevista en El Mundo)

Siempre resulta estimulante repasar la historia de los espíritus curiosos. Juan Caramuel lobkowitz (1606-1682), fraile benito, o
bispo de Vigevano, es uno de mis favoritos, no porque su obra fuera extensa y poligráfica, sino por lo raro y excesivo de su pensamiento. No existe recoveco del saber que le resultase ajeno, Caramuel, el Leibniz español, resultó ser tan ducho para la gramática, como para las matemáticas, la arquitectura o los secretos de la imprenta, más de sesenta tratados publicados y otros tantos manuscritos lo atestiguan.
No obstante, hay dos aspectos de su producción que seguramente harían las delicias de tanto protocabalista y buscador de misterios como anda suelto. Uno de ellos es su gusto por el desarrollo del laberinto barroco. Poco que ver con las arquitecturas borgianas, pluriviarias y tortuosas, tan del gusto de occidente desde el mito de Teseo. Se trataba de desarrollar esa suerte de escritura metamétrica que, a partir de ingeniosos juegos formales promotores de una lectura multidirecional, proporcionaba al lector iniciado ciertas claves crípticas, a veces en varios idiomas, desde el latín al francés, para la comprensión del asunto tratado.
En otras ocasiones la cosa se complicaba todavía más, al añadir notas musicales y logogramas, intercalando figuras y letras a las que las leyes de la combinatoria concedían hermoso sentido, por ejemplo: “Consuélate corazón, si has passión, y espera que el Mundo ruede”. Ingeniosos juegos, en suma, para amantes de la semiótica, que debieron mantener a Caramuel bien ocupado.
Pero aún hay más, si existe un asunto apasionante, es la célebre teoría de la relación entre el Templo de Salomón y El Escorial. El viejo mito vinculado a los estudios del jesuita cordobés Juan Bautista Villalpando, todavía hoy no resuelto, que enlazaba en una especie de Traslatio Imperii, el inexorable camino hacia occidente del reino de Dios, desde la Jerusalén del sabio Salomón, hasta la Monarquía Hispánica del Rey Prudente, tuvo en Caramuel a uno de sus principales panigeristas. Dedicó al desarrollo de tan apasionante idea buena parte de su “Arquitectura civil, recta y oblicua, considerada y dibujada en el Templo de Jerusalén. Promovida a suma perfección en el Templo y Palacio de S. Lorenzo, cerca del Escorial, que inventó con su divino ingenio, delineo con su real mano, y con excesivos gastos empleando los mejores arquitectos de Europa erigió el rey D. Philppe II” (1678). De paso, sentó allí mismo las bases fundamentales para la construcción armónica de la columna serpenteante barroca, llamada precisamente salomónica y su posterior difusión a lo largo de la América colonial.
Se evidencia así que en su larga y productiva vida Caramuel no tuvo tiempo de aburrirse, eso salió ganando.

martes, junio 20, 2006

El estrujón de la comadreja satisfecha



A los estudiosos se les enseña a analizar palabras. Pero los primates son animales visuales, y con frecuencia la clave de los conceptos y su historia reside en la iconografía. (Stephen Jay Gould: Reflexiones sobre historia natural)

Igual que hay quien nace con habilidad para la mecánica, el patinaje o la papiroflexia, tienen que saber que uno, tal vez por haberse educado entre mujeres, tiende a ser visualmente intuitivo. Los signos, las imágenes, el lenguaje gestual, cuánto nos dicen si nos detenemos a observar. Esta semana me recorren persistentemente el magín dos iconos impagables que nos ha regalado el célebre y pertinaz asunto vasco.

La primera, ese abrazo insondable, de plantígrado agradecido, que propinó el inefable Arnaldo a un sorprendido Gerry Adams. Más que un estrujón fue un placaje al irlandés. ¿Se alegraba tanto Otegui de la visita del inquietante líder del Sinn Fein, como para descoyuntarle la espalda? Desde luego que sí, Adams parecía venir a confirmar lo que todos intuimos, recibiendo al líder abertzale antes que al Lehendakari Ibarreche, parecía conceder carta plena de legitimidad a un siniestro conglomerado todavía ilegal. Hace tan sólo dos años, Batasuna no podía siquiera soñar con ello. Desde luego que Otegui tenía una buena razón para estar alegre. No obstante, ah, amigos, los gestos. No se abraza así a nadie por cuestiones de ruin trabajo, esos abrazos se guardan para ser dispensados a quien nos entrega un grueso premio obtenido en la lotería, al encargado de condonarnos la hipoteca o al prócer que nos nombra funcionarios. Otegui, amigos, supo entonces que tenía el cocido asegurado, que nunca más debería preocuparse por la pitanza, se acabó tener que trabajar en algo tangencialmente productivo, supo que algún día sería ministro de un Euskadi popular e independiente.

La segunda imagen, la perpleja contemplación del asesino múltiple Txapote, psicópata de psicópatas, junto a su novia, esa dura chica abducida por el mal sin matices. Su violencia extrema, indisimulada, no sólo con el tribunal sino hasta con la pobre intérprete cuya presencia había exigido en un rasgo más de una altanería exenta de límites, muestran hasta que punto de degradación esencial puede llegar el ser humano. Si alguna vez fue nuestro semejante, ya no lo es, ha cruzado el umbral, el no return point, de vuelta al paraíso de los depredadores cerebros reptilianos ¿Y este perdonavidas intolerable, asesino de maniatados, es de quien depende el bien o el mal del País Vasco en forma de “alto el fuego técnico coyuntural”? Pues apañado va Zapatero para “dialogar” con semejante personal, Txapote y sus amiguetes que aún pululan por los verdes campos de Marte, lo más que harán con él es sacarle los ojos, esos enternecedores ojos de bóvido complaciente, para trasegarlos con placer en tanto permanezcan calientes. Vamos, como que mañana amanece!

viernes, junio 16, 2006

Tú no, muchacho, tu no.




“Las emociones grupales parecen convertirse en el único factor capaz de neutralizar o sustituir las emociones básicas de los individuos”
Eduardo Punset El viaje a la felicidad.


A estas alturas ya conocerán el revuelo causado por el diputado socialista Eduardo Madina al pergeñar en su Blog un largo y poco caritativo comentario sobre un retrato, hay que decir que bastante desafortunado, de Ángel Acebes. Allí, como un nuevo Cesare Lombroso, este eterno adolescente del PSOE desentraña con bisturí de antropólogo las desviaciones faciales del controvertido prócer de la derecha.
En fin, una chiquillada más de un meritorio en busca de su lugar al sol, si se mira despacio, los miembros de las juventudes partidarias han de hacerse notar a fin de que sus mentores les concedan algún día medio de vida y mayoría de edad. No hacerlo así, supondría verse eternamente relegado a la ardua militancia del pega carteles y reparte octavillas y, lo que puede ser aún peor para ellos, sufrir la condena general al trabajo cotidiano que soporta el común.
Digo, entonces, que la cosa no tiene mayor importancia, al fin, todos nos reímos con ganas de ese retrato de Zapatero con cara de enajenado que circula cada día por la red. No obstante, se me ocurre pensar que, tal vez, teniendo en cuenta sus circunstancias personales, no sea Eduardo Madina la persona más adecuada para ridiculizar a un miembro del partido popular, más que nada por aquello tan olvidado de la justicia poética.
A ver si lo entiendo, un tipo al que el célebre “entorno abertzale-ex ETA”, trata de matar salvajemente colocándole una bomba de regulares dimensiones bajo las posaderas, un tipo que pierde una pierna a consecuencia de ello, escupe ahora su peor bilis sobre el rostro de uno de los pocos que todavía no tragan con que a aquellos alegres muchachos del norte se les de carta de legitimidad para decidir el futuro de Euskadi, a la vez que, entre otras consideraciones, defiende vehementemente el derecho de las víctimas, como el propio Madina, a exigirles hasta la última responsabilidad de sus deleznables actos.
En fin, si sus fobias y filias personales conducen al diputado socialista a hacer escarnio del rival político, sea. Pero me gustaría que puesto en la tarea, mandase de vez en cuando un recadito similar a sus nuevos amiguetes de la otra acera. Por aquello de la equidistancia o por la dignidad del inocente agredido. Pues no, parece que ahora Otegui y su pandilla le hacen mucha gracia a Madina, desde luego más que Acebes o Rajoy. Ya, ya se que hay gente para todo, que a algunos cuanto más los mortificas más te quieren y hasta te anhelan, en esa especie de moral del sumiso que a mi, personalmente, tan frío me deja. Tal parece que el PSOE, bajo la batuta sibilinamente férrea de Zapatero, ha tornado en gigantesca ameba, un superorganismo dechado de sumisión, donde cualquier constatación objetiva de la realidad vasca está prohibida, Euzkadi es increíble y el enemigo está entre los que todavía presentan redaños para defender a los débiles, a los torturados, a los cotidianamente humillados. Pues bien, que sepa Madina que algunos todavía no tragamos. Hágase la paz, pero no a costa de mil crímenes impunes. Por eso, si me escuchase, yo le diría a Madina, tu no, muchacho, precisamente tú, no. Es muy feo escupir sobre el rostro del que se parte la cara por ti.

jueves, junio 08, 2006

Melodías desenterradas


Hace poco ha caído en mis manos un espléndido artículo de María Ares Espiñeira, dedicado a analizar el eterno mito de los Stradivarius. Son tantas las teorías que han pretendido acercarse a las causas de la extraordinaria potencia y sonoridad de aquellos violines salidos del taller del célebre luthier cremonés Stradivari que, al final, nadie parece saber a que carta quedarse. Tanto es así, que resulta difícil que alguna vez se llegue a desentrañar el secreto de su excelencia, una razón eficiente que pueda finalmente explicar porqué son tenidos por los mejores del mundo.
Para los dendrocronólogos, la explicación debería buscarse en las especiales cualidades de la madera empleada, básicamente el Arce y la Picea que crecen de forma natural en la vertiente sur de los Alpes italianos. Un área sometida a principios del siglo XVIII a los rigores de la llamada “Pequeña Edad de Hielo”, donde los largos inviernos y los frescos veranos, habrían concedido a la madera un crecimiento muy limitado, de anillos anómalamente estrechos, que habrían transmitido a la materia prima una densidad ideal para los fines de sonoridad que se buscaban. No obstante, para otros, la causa habría que buscarla en la suposición de que el artífice cremonés había dado con una fórmula milagrosa, casi alquímica, que aplicada en forma de barniz, concedería al instrumento el brillo melódico deseado. Por fin, hay quien defiende que habría que fijarse antes en aspectos como el largo tiempo dedicado al secado de la madera, de hasta 31 años en algunos casos; en los tratamientos químicos contra la carcoma que utilizaba Stradivari; en el método que empleaba para lavar las impurezas de sus materiales o incluso en su sapiencia a la hora de “sintonizar” a intervalos musicales exactos la madera de las tapas del violín, en la línea de la búsqueda de la perfección neoplatónica tan extendida en Italia. Sin embargo, para los más escépticos, esto de los Stradivarius no es más que una milonga para esnobs orquestada por unos cuantos marchantes avispados. Es decir, que en realidad no suenan mejor que cualquier otro buen violín.
En fin, como el asunto era apasionante, venía yo una mañana dándole vueltas a las hipótesis, en especial a la que se basaba en la dendrocronología que era la que se me antojaba más sugerente, cuando di de bruces con mi amigo Paco. Vaya por delante que Paco es uno de los tipos más instruidos y sagaces que conozco. Desde que trabajo a su lado he prescindido de la Británica. Amén de profesor, Paco es recolector de palabras, experto lingüista, historiador y el diablo sabe cuantas cosas más. Obviamente, en cuanto me lo eché encima, quise consultarle aquello de los Stradivarius y su relación con el crecimiento de la madera en los Alpes. Paco me miró de soslayo, apuró su café, suspiró levemente y me dijo: “A mí me parece que eso son ganas de marear, los mejores violines, ya deberías saberlo, son los que se fabrican con la madera de los ataúdes tropicales usados”. Luego, cuando ya se iba, contempló la cara de horror que se me había puesto y quiso añadir: “Cuanto más tiempo hayan tenido inquilino, mucho mejor”.

Elogio de realengo y menoscabo de señorío, o de cuando Arcadi se topó con los alguaciles del preboste.


“Para favorecer la libertad, los ingleses han suprimido todas las potencias intermediarias que formaban su monarquía. Tienen razón conservando la libertad ya que, si la perdieran, serían uno de los pueblos más esclavos de la tierra” Montesquieu, EL, 4. De las leyes en relación con la naturaleza del gobierno monárquico.

Desde aquella vez en que Oriol Malló, ex militante de Terra Lliure y periodista talibanizado del diario Avui, dirigiera sus nada veladas amenazas hacia Albert Boadella y por extensión a los firmantes del manifiesto “Ciutadans de Catalunya”, la presión de los sectores más fanatizados del nacionalismo catalán hacia el nuevo partido cívico no ha hecho más que aumentar en intensidad.
Si un sector significativo de la sociedad catalana, otrora mediterránea y mercantil, ha decidido deambular a través del repugnante camino que conduce hacia la intolerancia y el integrismo, si la cerrazón intelectual se ha ido instalando como un hongo invasivo en la vida pública hasta el punto de que levante violento sarpullido que alguien demande inteligente y racionalmente su derecho a no ser nacionalista, para preocuparse por asuntos más relevantes vinculados a la razón y a una sana vida civil, lejos de la subvención y del nepotismo intelectual, es que la cuestión pública anda francamente mal en el Principado. Algún día habrá que preguntarse porqué, ¿tal vez aquello de la traición de los profes, de la que hablaba Jean François Revel?, siempre proclives a tontear con la revolución hasta que ésta, o sorpresa, los engulle los primeros sin mucho miramiento.
Esta mañana, Arcadi se dolía de la situación vivida en Gerona, muy claramente señaló que había comprobado una cierta laxitud en los Mossos. d´Esquadra. Bueno, tampoco extraña, no es la primera vez que se han dicho cosas como esta de tan bizarro cuerpo y de sus homólogos de traje y boina colorados, prodigio de mimetismo con las verdes praderas vascas. El clamor por el regreso en masa de la Guardia Civil al paraíso catalán, tras los episodios de ataques salvajes a los chalets de sus clases pudientes, parecen una buena muestra de cómo pervive la intuición del común situado frente al peligro.
No es asunto nuevo, cualquier amante de la historia sabe que la gran separación, el principal distingo entre unos súbditos y otros no eran siquiera los fueros que les asistían, sino la condición realenga o señorial de la población que les acogía. Pese a que se suele decir que el poder fragmentario y localizado, por cercano; resulta más justo, más cómodo, más eficaz, lo cierto es que no siempre es así. Aunque habría que matizar mucho esta opinión, parece estadísticamente evidente que las villas y ciudades que realmente prosperaron en nuestro Antiguo Régimen fueron aquellas consideradas de realengo. Es decir, las sometidas a la administración directa del rey, con su corregidor, sus alguaciles y sus impuestos ordinarios. Al fin, su rey vivía bien lejos y no era probable que se dejase caer por allí. Por el contrario, las que sufrían el señorío, cualquiera que fuese la naturaleza de éste, laico o eclesiástico, padecían cotidianamente la molesta presencia del aliento de su amo tras el cogote. Esto significaba, cuando menos, más impuestos, más cargas señoriales a añadir al diezmo y a lo debido a la bolsa del rey. Todo ello a la vez que se permanecía bajo el férreo control de las justicias señoriales, proclives en general a defender las posturas de su señor frente a los villanos que denunciaban sus excesos. No pretendo hacer analogías fáciles, pero cada vez me parece más claro que no hay nada nuevo bajo el sol. Dicho de otra manera, después de haber visto más road-movies de los que necesito, siempre preferiré que, metido en problemas, me asista el FBI antes que la oficina del Sheriff de Malpaso. Si encima ni siquiera hablan mi idioma, ni usan del pabellón de mi país ¡qué les voy a contar!

domingo, junio 04, 2006

Andrade el poliorcético


Buscando pasto documental para otros fines, me encuentro casi sin querer con un extraordinario opúsculo (Mendizábal y Sáenz, 1987) que da a la luz una curiosísima carta dirigida por Domingo de Andrade al XI Conde de Lemos en 1696. Ya conocíamos, claro es, de la excelencia de su arquitectura, de como este brillante artífice nacido en Cee, llevó a la práctica desde su cargo como maestro de obras de la catedral de Santiago, muchas de las ideas del industrioso canónigo Vega y Verdugo, para provocar juntos la eclosión del primer Barroco compostelano. Sabíamos también de su conocimiento de los clásicos, desde León Bautista Alberti o Serlio hasta Caramuel, también de la profundidad teórica de aquel tratado estético y constructivo de su autoría que dio en llamar Excelencia, antigüedad y nobleza de la Arquitectura, pero creo que muy pocos conocían otras habilidades que demuestran lo lejos que estamos a veces de comprender las esencias del espíritu de modernidad que imbuía el primer Barroco, donde el saber era todo menos sectorial, aún no había compartimentación del conocimiento ni especialistas en nada y eso iban ganando en frescura y originalidad.
Hete aquí, entonces, que a través de la larga carta dirigida a su amigo y protector el Conde de Lemos, nos vamos enterando de que el bueno de Andrade había llegado a idear un tratadillo militar sobre sistemas de asedio y defensa, tintas invisibles y códigos criptográficos para uso de espías, unos polvos secretos que se podían emplear para hacer desaparecer textos comprometedores, una extraña Bola sorda o bomba silenciosa que caía por sorpresa sobre el enemigo e incluso ingenuas armas bacteriológicas avant la letre para ser usadas exclusivamente, eso si, contra moros y herejes.
La secretísima fórmula para esta bomba destinada a diseminar la pestilencia en las plazas enemigas no tiene desperdicio: “Lo primero se cogen sapos, salamandras, culebras y víboras, las quales se echan en una olla, bien tapadas con un tiesto enlodado por todas partes para que no salga el humor y se ponen en un horno a fuego lento, conque se hagan polvo sin que se quemen demasiado” Una vez reducidos los bichejos a polvo y espinas se le añade a la mezcla alquitrán, azufre y pólvora en determinadas proporciones, se vuelca el resultado en la bomba y se sella con firmeza. Luego, no hay más que ponerle una mecha y usar un mortero convencional para disparar el ingenio ponzoñoso contra campo enemigo. Aunque claro, se debe tener mucho cuidado al manipular los humores infecciosos, pero Domingo de Andrade piensa en todo: “Al echarlo ha de haber cuidado para que el olfato de echarlo a sacarlo de las ollas no haga la operación con el que los echa dichos polvos en la bomba y para eso ha de usar de unos polvos contra veneno y lavatorio y en las partes que dixe en otro papel”. Que se sepa, nadie parece haber encontrado ese otro papel, tal vez sea mejor así.

sábado, junio 03, 2006

Obscurum per obscurius, ignotum per ignotius


Cierta laxitud precanicular, en España hace calor, aunque para algunos en España no hace ni frío ni calor, porque España no es nada, no existe más que para los extranjeros. Cuando castellanos, navarros, catalanes y vascos andaban por el mundo bien visibles, se les identificaba, se identificaban, como españoles; sus diferencias, sus distingos, sus fueros privativos, sus puertos secos y demás monsergas, desastre general del comercio, eran mas bien cosa de andar por casa; fuera, en Flandes, en Nápoles, en América, todos eran españoles.
Obscurum per obscurius, ignotum per ignotius, decía el principio general de la vieja alquimia, lléguese a lo oculto por lo más oculto aún o establézcase la estupidez por medio de la estupidez primigenia. Es sabido que uno tiende a quedarse con ciertas imágenes, el día que pude ver como Zapatero mantenía en distensión y reposo sus rojas posaderas al paso de la bandera de los Estados Unidos, comprendí que en llegando al poder, un estulto que toma la parte por el todo, es decir, que identifica el pabellón exhibido con George W Bush y no, como debiera, con la representación de la nación que soñara Thomas Jefferson, era bien capaz, de, no comprendiendo nada, complicarlo casi todo.
No me equivocaba esta vez, me fijé poco después en su preocupación interesada por la autoría del 11M y su paradójica y absoluta despreocupación por lo que significa el integrismo islámico. Luego vino el disgusto que causa comprobar como humilla sumisamente la testuz ante los enemigos de la libertad, amor por Marruecos, devoción por la tripleta americana y, finalmente, caridad extrema, perdón judicial -¿qué cara se les quedará a los delincuentes no-pistoleros-vascos?- y protección paternal para el conglomerado abertzale. A la vez, y muy significativamente, constatamos su alarde de un carácter agrio y duro con la mitad del país que ha decidido no reírle sus gracias decididamente polarizadas y hasta sectarias.
¿A quien puede extrañar, entonces, que le importe un chavo la idea de España? Tras su paso, habrá dejado tras de sí tal pandemonium estatutario, tal marasmo de necia verborrea, “realidad nacional”, “por allí dicen que son nación”, “Navarra es nuestra de toda la vida”, que los que quieran una España igualitaria, razonable y democrática, habrán de refundarla. No importa, tal vez sea mejor así, ¿Quién desea la persistencia de inquilinos díscolos en su finca comunal? Y, no obstante, existir, yo creo que España existía, aunque fuese por omisión. Hoy me topo con un curioso y muy catalán documento, fechado en 1706, en el que se reflexiona sobre el testamento del desdichado Carlos II, con el fin de rechazar al Borbón que optaba al trono de la Monarquía. Semeja que por entonces tenían bastante claro de donde, más o menos, procedemos los ibéricos, a lo mejor alguien tiene el buen sentido de remitirlo a la errática, transigente y confundidora sede del PSOE:


PRIMERA CONSTITUCIÓN (1706) O LEY DE
EXCLUSIÓN DE LOS BORBONES

DECLARACIÒ DE LA SUCCESSIO DE LA MONARQUIA DE Espanya, sos Regnes, Provincias, y Dominis, à favor de la Real Magestat del Senyor Rey Don Carlos III. y exclusiò de aquella perpetuament à la Casa de Borbòn.

CAP. I. PER quant despres de haver lográt la Monarquia de Espanya la ditxosa continuaciò de sos gloriosissims Monarcas de nostra Augusta Casa de Austria, descendents de Phelip Primer Rey de Castella, Arxiduch de Austria, y de sa Muller la Serenísima Princessa Joana Reyna, y Senyora dels Regnes de Aragò, Castella, Comtats de Barcelona, Rossellò, y Serdanya, Principat de Cathalunya, y dels demès Regnes, Estats, Senyorias, y Dominis de la Monarquia de Espanya, filla de Fernando Rey de Aragò, anomenat lo Catholich, y de Isabel Reyna de Castella, los quals Monarcas, ab tant suau Domini, y Paternal amor, per dilatats anys, y molts graus de Successiò, havian governát la dita Monarquia, sobrevinguès la mort, sens fills, ni descendents de son amantisssim Pare, y clementissimMonarca Don Carlos Segon nostre Oncle, y Senyor (que Santa Gloria gosa) ultim Descendent de la linea Masculina del Invicto Emperador Carlos Quint, y Primer de aquest nom, Rey, y Senyor de dita Monarquia, fill primogenit de dit Rey Phelip Primer, y despres de la mort dedit nostre Oncle, y Senyor…

Constitucions, Capitols, y Actes de Cort, fetas, y atorgats per la S.C.R.
Magestat del Rey Nostre Senyor Don Carlos III, Rey de Castella, de Aragó, Comte de Barcelona, &c, facsímil de l’Arxiu de la Corona d’Aragó